Nat, sentada en la cama, miraba con curiosidad a los tres personajes que se hallaban a su lad. Ante el lecho estaba Andrey Bartok y más lejos su cuñado Alan Kerr. Y junto a la ventana un muchacho alto y moreno de ojos negros y vivaces. Este muchacho parecía descontento, malhumorado, si bien ocultaba dichas alteraciones bajo una sonrisa apenas esbozada.