No eran amigos y tampoco novios, sino todo lo contrario. Tenían una relación complicada y destinada al fracaso. Se separaron y tomaron caminos opuestos. Pasaron años y el hilo invisible que los mantenía conectados se enredó y se rompió. Pero el primer amor nunca se olvida y siempre deja huellas imborrables. Angélica y Raúl aprendieron que hay segundas oportunidades, y que son las definitivas.